Las perdices rojas deben su llamativa coloración a la dieta y a un cierto nivel de estrés oxidativo (proceso relacionado con algunas enfermedades y con el envejecimiento), según demuestra un estudio en el que han participado investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) y del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos, pertenecientes ambos al CSIC.
Publicado en la revista 'Peer Journal', el estudio revela también cómo este mecanismo podría contribuir a explicar la evolución de las coloraciones rojas en muchas especies de peces, anfibios, reptiles y aves.
Los tonos amarillos, naranjas y rojos de muchos vertebrados están producidos por ciertos pigmentos llamados carotenoides que, al no poder ser sintetizados por el organismo, sólo se obtienen con la dieta.
La presencia de estas tonalidades puede así ser una prueba de su capacidad para encontrar suficiente pigmento con la comida.
Sin embargo, los carotenoides son a menudo de color amarillento naranja y necesitan ser transformados en el cuerpo del animal mediante reacciones enzimáticas de oxidación para producir pigmentos más llamativos, los rojos.
“La transformación de estos pigmentos resulta fisiológicamente costosa, pues necesita cierto nivel de estrés oxidativo para ser eficaz”, explicó Carlos Alonso, investigador del MNCN.
El estrés oxidativo se produce cuando hay un desequilibrio en el organismo entre los niveles de antioxidantes y radicales libres, lo que provoca fallos celulares relacionados con el envejecimiento y diferentes enfermedades.
Según Alonso, “la necesidad de cierto nivel de este tipo de estrés para la transformación de los pigmentos implicaría que solo los animales de mejor calidad son capaces de producir una señal roja intensa, revelando de manera fiable la calidad del animal a su potencial parejao competidor”.
Para el desarrollo del estudio, los autores manipularon los niveles de distintos carotenoides en la dieta de varios ejemplares de perdiz roja.
Los ejemplares fueron, asimismo sometidos a cierto estrés oxidativo administrándoles en el agua una sustancia que genera radicales libres.
“Comprobamos que el color y la cantidad de pigmentos rojos dependían de la abundancia de los carotenoides anaranjados de la dieta (luteína y zeaxantina). Pero además, descubrimos que las aves expuestas a cierto nivel de estrés oxidativo desarrollaban picos más rojos y depositaban mayor cantidad del pigmento rojo (astaxantina) en los ornamentos”, aclaró Alonso.
Fuente: tinteresa.es